El yoga como práctica emocional: soltar, aceptar, avanzar

En los últimos años, el yoga se ha consolidado como una práctica popular para mejorar la movilidad, aliviar dolores posturales y reducir el estrés. Pero más allá de sus beneficios físicos y su impacto positivo en el sistema nervioso, el yoga también es una herramienta poderosa para el trabajo emocional. En un mundo donde a menudo se nos exige estar bien, rendir, ser productivos y positivos, la esterilla puede convertirse en un refugio para procesar lo que sentimos sin filtros ni juicios.
A través de la respiración, el movimiento consciente y la introspección que ofrece cada práctica, el yoga nos invita a habitar el cuerpo como vía de acceso a nuestras emociones, reconociéndolas, dándoles espacio, y aprendiendo a transitar con ellas en lugar de resistirlas. Este camino no siempre es cómodo, pero sí profundamente transformador.
Daremos una mirada integral sobre cómo el yoga puede acompañarnos en los procesos emocionales, ayudándonos a soltar lo que ya no sirve, aceptar lo que es, y avanzar con mayor autenticidad y presencia.
El cuerpo como archivo emocional
No es casual que muchas personas lloren en savasana, o que sientan una oleada de tristeza o enojo después de una práctica intensa. El cuerpo guarda memorias. Las emociones que no se expresan a través de la palabra o el llanto, muchas veces se alojan en la tensión muscular, la postura y los patrones respiratorios. Esto no es un concepto esotérico, sino una observación respaldada por la neurociencia y la psicosomática.
Cuando nos movemos con conciencia —sobre todo en prácticas como Hatha, Yin o Vinyasa lento—, estamos tocando capas profundas de nosotros mismos. No es raro que abrir la cadera libere tristeza, o que una torsión nos haga sentir rabia contenida. La práctica se convierte así en un espacio seguro para observar sin juicio, sin necesidad de entenderlo todo desde lo mental.
Soltar: lo que ya no necesitamos
La invitación a soltar es recurrente en yoga. Soltar la respiración, soltar el esfuerzo innecesario, soltar la expectativa. Pero también se trata de soltar emociones, narrativas y hábitos que nos limitan.
En lo emocional, soltar no implica negar ni rechazar. Al contrario, soltar comienza por permitir sentir. Solo cuando algo se reconoce puede empezar a transformarse. En yoga, esta posibilidad se manifiesta en el momento presente: al habitar una postura incómoda, al respirar en la tensión, al quedarnos un poco más sin escapar. Es ahí donde el cuerpo y la mente aprenden que no todo estímulo requiere una reacción inmediata. Es ahí donde empieza la liberación.
Posturas que ayudan a soltar:
- Uttanasana (flexión hacia adelante): favorece el descanso del sistema nervioso y permite literalmente “soltar” hacia la tierra.
- Supta Baddha Konasana (postura reclinada del ángulo): abre la zona pélvica, donde se almacenan muchas emociones no expresadas.
- Exhalaciones largas: cada vez que alargamos la exhalación, damos una señal al sistema nervioso para que libere tensión.
Aceptar: lo que es, como es
Aceptar no es resignarse, sino ver con claridad. Aceptar es decir: “esto está pasando” sin agregarle capas de juicio. Desde esta mirada, el yoga se convierte en un entrenamiento en presencia radical: cuando respiramos en una postura difícil, cuando dejamos de competir o compararnos, cuando dejamos de “hacer para lograr” y empezamos simplemente a estar.
La aceptación emocional implica reconocer nuestros estados internos sin buscar cambiarlos enseguida. Nos permite estar con la tristeza sin querer taparla, con la ansiedad sin reaccionar compulsivamente, con la alegría sin miedo a que se termine.
En yoga, esta actitud se entrena en cada respiración consciente:
- Acepto que hoy mi cuerpo está más rígido.
- Acepto que me cuesta concentrarme.
- Acepto que hay enojo o cansancio en mí.
Desde esa aceptación surge algo muy valioso: compasión. Y desde ahí, toda transformación se vuelve más sostenible.
Técnicas útiles para cultivar aceptación:
- Prácticas de atención plena (mindfulness): observar sin modificar, simplemente estar.
- Yoga restaurativo: invita a recibir la experiencia sin forzar nada.
- Meditación con anclaje corporal: cultivar la presencia a través de sensaciones físicas.
Avanzar: integrar y transformar
El proceso emocional no termina en soltar ni en aceptar. En algún punto, naturalmente, surge el deseo de avanzar. De movernos hacia adelante no desde la exigencia, sino desde una integración auténtica.
El yoga no “arregla” las emociones ni las elimina. Pero sí nos da herramientas para transitar procesos complejos con más claridad, estabilidad y apertura. Nos permite actuar con mayor libertad, porque ya no estamos reaccionando desde la reactividad automática, sino desde un lugar más consciente.
Avanzar no es lineal. Es un movimiento en espiral, donde a veces volvemos a tocar viejas heridas, pero lo hacemos con más recursos. En yoga, avanzar puede manifestarse como:
- Volver a una postura que antes evitábamos.
- Ampliar nuestra capacidad de respirar en el esfuerzo.
- Sostener la atención un poco más sin desconectarnos.
Avanzar es también poder parar sin culpa. Elegir descanso cuando hace falta. Decir “no” cuando algo no resuena. Reconocer los propios límites no como obstáculos, sino como señales de sabiduría interna.
El yoga no es solo una práctica física. Es una práctica emocional profunda, aunque silenciosa. Cada vez que te paras en la esterilla con honestidad, estás entrenando mucho más que el cuerpo: estás entrenando la capacidad de estar presente con lo que hay, tal como es.
Soltar, aceptar y avanzar son movimientos naturales del alma. El yoga no los impone, pero los facilita. Nos ofrece un lenguaje corporal para decir lo que las palabras no alcanzan. Y en ese decir sin decir, en ese moverse sin prisa, emerge lo más importante: el contacto con uno mismo.
En El DOJO creemos que el bienestar real se construye integrando todas las dimensiones del ser. Por eso, te invitamos a explorar tu práctica desde lo emocional, sin miedo, con curiosidad, y con la certeza de que cada respiración consciente es un paso hacia adelante.